jueves, 25 de septiembre de 2014

De novios y noviazgos (o la falta de ellos).

Me resulta interesante cómo es que desde que somos sólo niños pequeños, nuestros padres, tíos, abuelos y adultos en general nos convencen de que tenemos que crecer para formar una pareja.
Desde que tengo memoria, incluso estando en e jardín de infantes, recuerdo a mis tías preguntándome si me gustaba algún compañerito o si tenía un novio. Incluso hoy en día escucho a la gente que anda con nenes preguntándoles si tienen algún noviecito o noviecita. Y me resulta gracioso y también molesto, considerando quela mayoría de esos nenes difícilmente tienen más de 7 años.
Pero eso no es todo, quizás para muchos, esa charla sea algo casual, de poca importancia. Una broma divertida para ver la reacción del chico. Sin embargo, a medida que vamos creciendo, ese "chiste" empieza a tomar seriedad. Es así que a los 15 años, cada vez que mis tías me veían me preguntaban para cuándo el novio. Esa pregunta, algo vergonzosa para algunos adolescentes, me resultaba increiblemente molesta, más aún considerando que muchas de mis amigas, ya habían tenido uno o varios novios, mientras que yo nunca me había sentido atraída a ningún chico.
Así pasaron los años y mi frustración fue creciendo. Cómo era posible que siendo mayor de 18 años nunca haya tenido un novio o siquiera besado a alguien? En este punto, las preguntas acerca del novio se escuchaban más que nunca, e incluso llegué al punto de querer engañarme a mí misma e incluso a otra persona.
A los 19 años tenía un amigo que hacía rato estaba persiguiendome para "tener algo". Si bien este amigo me caía super bien, no sentía por él ningún tipo de atracción romántica. Sin embargo, él insistió tanto, que al final intenté convencerme de que me gustaba y, al mismo tiempo intenté convencerlo a él de que así era. Fue así como empecé a aceptar sus salidas en donde estabamos sólo los dos. Ibamos a tomar mates a la costanera, paseabamos por el centro... Paseos que por sólo estar los dos, se volvían una especie de cita. Fue después de unas cuantas salidas cuando me dí cuenta de que no podía hacerlo. No importaba cuánto me mintiera, jamás podría amarlo, e incluso llegué al punto en que me molestaba estar con él. Todo era una farsa. Por qué él no lo veía? Cómo podía decirme que me quería con tanta libertad? No lo aguantaba. Odiaba esa libertad que él tenía. Odiaba el hecho de que él pudiera amar y yo no. Y en cierta manera, lo odiaba a él y a sus malditas salidas.
La última vez que nos vimos, él intentó besarme. Recuerdo que lo frené y me reí para esconder mi enojo, por lo que él pensó que sólo estaba nerviosa, así que intentó besarme otra vez. En ese momento exploté, ya no soporte su amor, su felicidad, su presencia. Recuerdo empujarlo y su cara de incredulidad. Recuerdo haberle dicho que todo era una mentira, que yo no lo quería, qué sólo acepté sus salidas porque quería mentirme a mi misma, porque estaba cansada de que la gente me pregunte sí tenía novio cuando sabía que eso era imposible porque jamás me sentí traída por nadie. No recuerdo su respuesta, aunque sí su enojo.
Desde entonces no supe más de él, no porque no quisiera, sino porque me era imposible. Para ser sincera, estoy segura de ya no le agrado, y no lo culpo. Incluso yo misma me odio por lo que hice con nuestra amistad.
Sin embargo, fue ese sabor amargo el que me hizo darme cuenta de las cosas. Realmente no es malo no haber amado a nadie antes, lo realmente malo es mentirse y mentirle a los otros. Obligar a que los lazos se unan y tirarlos tán fuerte que al final sólo terminan rompiéndose. Está bien si nunca tuve un novio, también está bien contestar que no lo tengo y que no me interesa tenerlo cuando me preguntan sobre él. No es nada malo crearse una vida en la que uno esté solo (románticamente hablando). No tengo novio, pero no lo necesito, porque tengo amigos y personas a las que quiero, y ellos me llenan, y a ellos los amo, aunque no sea de una forma romántica.
No fue sino hasta el año pasado en que hablando con mi mamá y mis tías donde les comenté de mis planes a futuro y de cómo no veía ninguna relación amorosa en mi vida. Les hablé de mis sentimientos, de cómo nunca amé y posiblemente nunca ame a nadie. De como planeo vivir una vida llena de todo lo que me gusta y de cómo soy felíz incluso sin siquiera haber besado a nadie o tenido un novio.
Honestamente pensé que lo iban a tomar bastante mal, ya que para ellos los lazos románticos son muy importantes, sin embargo, para mi sorpresa, lo tomaron realmente bien.
En las pasadas vacaciones de invierno, el novio de mi hermana fue a mi casa por una semana. El domingo de esa semana, nos reunimos con toda la familia (como es costumbre de toda la vida) y en una de las tantas charlas, el esposo de mi tía me pregunta para cuando un novio. Cuando quise contestar, mi tía (la esposa) que estaba formando parte en la conversación se me adelanta y dice que mis planes para mi vida son otros, que soy felíz sin un novio.
Quizas suene tonto, pero en ese momento fuí realmente felíz. No por lo que dijo, o la forma en que lo dijo, sino porque realmente me escuchó aquella vez y lo aceptó sin juzgarme.
Y también fue en ese momento en que al fín toda esa frustración y autoaborrecimiento por no poder amar finalmente desaparecieron.